El 8 de diciembre de 2010, un incendio consumió la torre 5 de la cárcel de San Miguel, producto del cual fallecieron 81 personas. Hoy, a 8 años de esta lamentable tragedia, las familias de los 81 siguen buscando verdad y justicia. Para ello, a través de la ONG 81 Razones por Luchar, en diciembre de cada año realizan un acto de conmemoración en memoria de sus 81 familiares que murieron, literalmente, calcinados al interior de la cárcel.
El viernes 7, una vez más, nos agolpamos a la reja del ahora Centro Penitenciario Femenino Marisol Estay, ubicado en la intersección de las calles San Francisco con Ureta Cox, en la comuna de San Miguel, para traer a nuestra memoria el recuerdo de los 81 privados de libertad que perdieron su vida en la mayor tragedia carcelaria de nuestra historia, porque, a 8 años de este hecho, las condiciones en que viven las personas privadas de libertad siguen vulnerando sus derechos humanos, y una tragedia de igual o mayor magnitud que la ocurrida en 2010, se puede volver a producir en cualquier momento. El viernes, una vez más, denunciamos las irregularidades a las que se ven sometidas las presas y presos que habitan nuestras cárceles, porque no podemos seguir privándoles de su dignidad; porque no podemos permitir más casos como el de los 81, o el de Jocelyn Alcayaga, o como el de Kevin Garrido y las otras 96 muertes que han ocurrido en lo que va de este 2018, al interior de los recintos penitenciarios.
Entre llantos y gritos, tanto dentro como fuera de la cárcel, se escuchaba el clamor de Rebeca Venegas: “Los quemaron vivos. Mataron a mi hijo. Mi marido (Sergio Plaza Daza) murió de pena esperando justicia.”, eran los gritos desoladores de la madre de Sergio Plaza Lucero, uno de los 81 que perdió su vida en el incendio.
Entre cantos y bailes, rendimos homenaje a todas las personas privadas de libertad y sus familias que sufren el encarcelamiento, porque, mientras se sigue promoviendo un discurso que despoja de sus derechos y de su dignidad a las personas encarceladas, nosotros seguimos trabajando para intentar mitigar el dolor que provoca la privación de libertad y sus consecuencias, con mucho cariño para las presas y presos y sus familias. Porque nuestra memoria y nuestro amor son más fuertes que los muros y barrotes de esos pedazos de concreto que llamamos cárcel.